Andando,
por la colina al revés
de la ciudad
cuando la colorean
tres, cuatro
pájaros;
y el cielo
tan
nada.
Porque la luna no salió hoy.
Maldito techo inmóvil,
tieso,
calla, por favor, calla
y ya derretido en mis manos,
paredes
que todavía laten
aquí y allá
donde nos inundó el amanecer;
te contemplamos como con ojos nuevos,
frescos y extraños
mientras del aire se apodera este café.
Qué desdicha
haber olvidado lo soñado,
pero no
la angustia de ese sueño.
M. C.