Y me tropiezo con sus colmillos,
viejos,
achacados por tanto camino, pies cansados;
pareciera que nunca termina esta colina de inmensos pastos
donde el sol escupe frívolamente sus doradas ansias
de querer llevárselo todo.
Nadie sabe nada, no ven nada.
Vuelve a sujetarme con fuerzas
ese viento sordo que no me deja volver.
Vuelven a amarrarme la angustia, la duda, la fragilidad.
La ansiedad, alegría, ganas de volar.
Ya no quiero volver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario