Sus pies se hacen segunderos
en el camino
que han de andar
por caminar no más.
En la muñeca de un asfixiado,
pared de ladrillos,
bolsillo de los decapitados.
Mecánica absurda
y facciones poco coherentes
que en su afán por llegar al final
(pero no sabe que no existe tal)
describe círculos ridículos
de cada uno de nuestros respiros,
latidos, ronquidos,
a escala de vida.
Se cae.
Pero no se queda quieta.
No se queda.
Pestañean y giran las ruedas
y siguen girando.
Vuelve la mecánica absurda
desgastando y carcomiendo
el mismo camino
y las suelas
del caminante,
para por fin poder aprovecharse
de sus rimas y monotonías
que pintan aquél paisaje
decorado con engranajes,
agujas
y desfasajes
Para ser parte
de un escenario inmóvil
donde pierde la calma
el protagonista sin cuerda
que ya se durmió.

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