Toda la inmensidad del diáfano y púrpura cielo
ya no es suficiente distracción,
y ni a las nubes,
llenas de infinitas gamas de rosas y furor,
parece importarles
que acá se atan a los escalofríos,
a los miedos, vergüenzas,
temores y rencores,
y se apagan
las estrellas

una

por

una.

M. C.



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