Las cosas buenas y las cosas malas de la memoria y sus viajes

Por la ventanilla observaba una incandescente sonrisa en grandes charcos de cemento, aparentando estar calma, pero muy inquieta, estrellando suspiros sobre el cristal, recordando lo que no digo.
Casualmente intentaba imitar la indiferencia de mi compañera de asiento, pero me fue difícil, me es difícil recordar que sabía de que se hablaba en aquél subibajas, pero me es útil al mismo tiempo.
A las apuradas, acelerados, como si se les fuera a terminar el suelo por donde corren, creen hacer todo bien, muchas veces no se fijan en eso. La ventanilla de aquél colectivo era un poco extraña, pero real, no estamos acostumbrados a hacer este tipo de observación, no estamos acostumbrados a mirar por esos vidrios detalles precisos.
Rastros sacudidos de lo que eran relojes mentirosos, hundidos en ojos perdidos en algún oscuro rincón, indicisos, como siempre.
La hermosa sensación de no tocar el suelo con los pies, ese momento único donde todo me sale bien, donde no se necesita de otras cosas para ser feliz, sólo lo sentía cuando dormía.
Pero al bajar, todo vuelve a ser igual. Y quedan sombras sin contar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario