Como si se cayera el suelo que nos sostiene de pies a cabeza (a veces) y sólo quedaran espejismos de dudas, de dolor, de llanto eterno, de caricias, como un reflejo de mar anochecido sin luna que ilumine sus ojos, tan vagos, tan profundos, tan lejos; o como un re menor que se mantiene en el aire apropiándose de todo lo que alguna vez nos hizo sentir bien, pájaros. Ahora todo cae, ahora todo otra vez, ahora todo precipicio. Y vuelven ellos, de noche, siempre de noche, aprisionados, llenos de frío y piano, recuerdan, vuelan y vuelven a ser atrapados y otorgados al mar que tanto extraño, recorriendo cuerpo y alma escalofriantemente cerca. Se desatan rompiéndolo todo, aceleradísimos, incitando a cual veneno se encuentre cerca a recorrerte las venas, sin que te des cuenta por supuesto, arrancando toda gana de ser uno, dos, tres, cuatro estrellas, solamente cuatro estrellas se ven desde aquí abajo, formando pares de ojos que quisiera que nunca se llevase el sol ni el día. Secretos de la noche que permanecen bajo cáscaras y cáscaras que, al parecer, nunca caerán.

M.C.

No hay comentarios:

Publicar un comentario