Todavía llueve. Se me seca el pelo, la ropa empapada. Sin embargo, ellos todavía están afuera, vuelan. Lo más lindo es que vuelan. Y cantan. Se va. Se va el día y ellos allá afuera. Y de pronto, todo se transforma, todo es aire nuevo que entra y sale agazapado de entre las cortinas de la noche y las estrellas. Preguntan dónde vamos, por qué me atraganta éste paisaje, por qué me sofoca la noche, tan noche y tan sola. La inmundicia de lo silencioso sin ser silencio ni inmundo; hace que quiera seguir despierta, no quiero que me vean dormir tu recuerdo ni tu imagen tan lejos, que se va para siempre, como arrebatándolo todo en este frío sin primavera ni luna, siquiera.

M. C.

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